La colegiata de Belmonte (Cuenca), por Juan Jiménez Aguilar (2) | Las Pedroñeras

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martes, 4 de agosto de 2015

La colegiata de Belmonte (Cuenca), por Juan Jiménez Aguilar (2)

 LA COLEGIATA DE BELMONTE



ARTICULO PUBLICADO EN LA  VOZ DE CUENCA POR JUAN JIMÉNEZ AGUILAR EL 10 DE AGOSTO DE 1931.

Capítulo nº2

AQUÍ el capítulo anterior
por Miguel Ángel Vellisco Bueno



La pequeña iglesia de aquella  aldea  que el dominio de los Pachecos convirtió en “lugar insigne y populoso”, fue también objeto de atención de los Señores de Belmonte, que la reedificaron casi desde sus cimientos, bajo la dirección de Marquina y Bonifacio Martín, maestres de cantería venidos de Vizcaya.

Como sucede con muchas obras de igual destino y análoga importancia que se costean con donativos, el entusiasmo que despiertan éstas, y la cuestión de los primeros años, fue cediendo después, y los trabajos avanzaban tampoco, que dio lugar a que el arte inicial fuera modificando sus tendencias y gustos en el transcurso del tiempo que las obras duraron: Así la cabecera de la iglesia- de esbelta traza y rasgados ventanales ojivales- contrasta con las naves menos apuntadas y sostenidas por robustos pilares cuyo lustre abarcan, de trecho en trecho, bocelados collarines de piedra.



La torre cuadrada y lisa -acaso único resto de la iglesia primitiva- tiene tapiados unos arcaicos y pequeños ajimeces, mientras las portadas - con guarnición “conopial” en la puerta del perdón, y “trileba” en la puerta de San Bartolomé- acusan la agonía del arte ojival y los albores del gusto plateresco.




Bajo el arquito canópeo, adornado de gruesa macoya, de la puerta del Perdón, se ven dos escudos de varios y cualificados cuarteles. El que ocupa el lugar más honorífico, contiene las armas de Pacheco, Acuña, Portocarrero  y Enríquez; y el otro blasón – partido en pal – las de Enríquez y Velasco, cuyo detalle nos  sirve par fijar la fecha de esta portada entre 1480 y 1494. No es cosa difícil hacer esta deducción. Las armas del primer blasón corresponden la segundo marqués de Villena, D. Diego López Pacheco, hijo del Maestre de Santiago -Pacheco alias Acuña- y de su segunda mujer Doña María Portocarrero  y Enríquez, señora de Moguer, y el otro escudo a la esposa de D.Diego, su prima Dña.Juana “Enríquez” y Fernández de Velasco, cuyo matrimonio duró el tiempo comprendido entre aquellas fechas.
Esta portada es de un tipo que se repite –con pequeñas variantes- en Cuenca; con dos puertas gemelas de arco rebajadas y separadas tan solo por estrecho pilar o mainel y envueltas por un arco gótico, amplio y flanqueado por pináculos.




La puerta de S. Bartolomé no difiere gran cosa de su compañera, ni es su adorno mucho mayor, aunque la dan otro aspecto la adición de una estatuilla  del apóstol que “encadenó al diablo” y dos medallones con los bustos de S. Pedro y S. Pablo. Pero tiene aquella un solo hueco y el arco envolvente es triobado; diríase que el de la magnífica portada  de la catedral nueva de Salamanca, despojada de todas sus galas, repartió sus líneas y elementos entre las dos puertas de la Colegiata de Belmonte. En ambas las materias lisas están guarnecidas de interesantísimos y originales herrajes. Las alguazas, de primitivo y complicado dibujo, de hierros toscos que rematan en cabezas de bichas de fauces abiertas y sacando la lengua.
Desproporcionados resucitan los gruesos clavos del siglo XVI, que sujetan tales alguazas, pero en cambio es de gran electo el conjunto de los numerosos chatones iguales de que están sembradas aquellas puertas. La voluminosa cabeza de chapa repujada, forma un rosetón convexo de ocho festones con radio que van a los encuentros de los arcos. No recuerdo fuera de Belmonte, haber visto chatones de igual forma, sino en ejemplares sueltos de la colección de don José Lázaro y don Adolfo Herrera.
Pero nadie sospecha, al salvar la puerta donde están dichos herrajes de menor cuantía, lo que la iglesia Colegial encierra en cuanto a cerrajería artística, ya que puede competir con ventaja con muchas catedrales, y que en sus canceles  trabajaron  los más famosos maestros rejeros de Cuenca, capital de la provincia.
Por si no bastara para convencerse de esta afirmación el contemplara las rejas de las capillas de Santiago de la Mayorazga, de la Asunción y de Sta.Catalina, cuyos ritmos, frisos y repujados nos son familiares, mis cuadernos de notas contienen esa curiosa referencia:




“Yo Hernando de Arenas rexero, vecino que soy de esta noble ciudad de Cuenca que estoi ausente,…para que por mi y en mi nombre e como yo mismo podéis pedir y demandar y rescebir, aver y cobrar de Gerónimo Guedexa racionero de la iglesia Colegial de la villa de Belmonte, ciento e cincuenta ducados del segundo tercio de la obra  y rreja que estoy haciendo… a 14de julio de 1566…”
Presumo que esta reja -ajustada en 450 ducados- sea la que llamaremos de “la Presentación”, que tiene en el friso que separa el cuerpo de la reja de su remate, diminutos escudos relavados entre dragones, cuyas colas terminan en pequeña voluta.
 Los dos escuditos laterales, tienen por blasón “una rosa” y en el centro, que es un cuartelado, tiene la misma “empresa” en el primer cuartel; luego “un águila pasmada”, una “flor de lis” y, por último, “tres bastones”.
 Falta en la reja el montante que en sus hermanas las rejas del arcipreste Barba y del Deán Barreda- hoy capilla de Doña Martina Lasso, en la Catedral de Cuenca, y reja del Obispo D. Fernando Niño de Guevara en la “Capilla de la Reliquias de la iglesia de Sigüenza…forma un segundo cuerpo rectangular alargado, con adorno de cariátides y escudos de chapa repujada. Por lo demás cualquier detalle decorativo o de traza revela el indudable parentesco. Filas de querubes que alternan con festones de frutas o descarnadas calaveras, son como la firma y rúbrica de aquel admirable Arenas “que no sabía firmar” pero se complacía en poner fechas y letreros en casi todas sus obras de alguna importancia.
En la reja de Anaya y las de Constantino del Castillo y Martín de Huélamo, hay menos de una fecha;  en esta de Belmonte, a parte de un letrero todo lo largo del friso superior – del que sólo cogí la palabra MISERICORDAE-  tiene alrededor del medallón central del coronamiento de la reja, otra leyenda con caracteres repujados.
Dicho remate no es ninguna novedad para quien conozca como rematan las rejas del mismo artista que he citado antes, con figuras de más o menos graciosa silueta trepando por espiras que se ramifican  para sostener tarjetones, escudos y otros motivos decorativos en torno de una parte principal, que suele ser un templete con alguna imagen, un escudo o como esta reja de Belmonte, un medallón con un grupo de figuras en relieve.
Representa en la reja de la “Presentación” la ceremonia de la Circuncisión del Señor, con Jesús niño sobre el Ara, la Virgen y el Pontífice, y allá, en el último término, una canéfora que recuerda mucho a la leonardesca figura que para igual asunto pintó Fernando Llanos en el altar mayor de la Catedral de Valencia y repite Fernando Yánez de la Almadina en un cuadro de la Catedral de Cuenca y luego copian Martín Gómez, Bernardo de Oviedo y Gonzalo de Castro en diferentes retablos.
No es esta la única ocasión en que he visto trasladadas al hierro otras típicas creaciones del arte pictórico. Sin ir más lejos en la capilla del Dr. Muñoz la reja ostenta los ángeles músicos que el herrero vio quizás en las portezuelas de un tríptico flamenco.
 Y por otra parte, rara vez los rejeros hacían la traza de sus obras, la cual solía encomendarse a otros artistas especializados en el dibujo, y nos costa que para la mayoría de las rejas de Hernando de Arenas fue el estaliador francés Estaban Jamete – el célebre y misterioso Xamete de cuantos escribieron sobre esta materia- el encargado de hacer los proyectos o prospecciones correspondientes.
La primera noticia que de esto tuve, la debo a D. Manuel Pérez-Villamil, del Museo Arqueológico Nacional que encontró una referencia en estos términos:
“…Cuatro ducados que pagó al dicho Hernando de Arenas por su trabajo cuando vino al concierto de  la rexa y traer la traza”.
Item tres ducados que pagó a Jaime entallador, por las traza de la rexa que hizo”.
Esteban Jamete y Hernando de Arenas alquilan en común una casa en Cuenca y trabajan juntos; y entre las trazas de rejas que su camarada hizo al maestro Arenas están las del tipo de cancel de Belmonte.





Sin embargo de su notoria belleza, no es esta reja la mejor. La más famosa es sin duda, la de la capilla de Santiago. Se asegura que llegaron a ofrecer por ella “sesenta mil pesetas”.
 Es de mayores dimensiones que la reja ya descrita, y de a sencillez si se juzga de la escasa diferencia de grueso que hay entre los barrotes que integran este cancel monumental. Pero bien pronto se echa de ver la profunda labra de algunos barrotes que dividen los diferentes tramos de la reja en varios tramos. También los frisos resultan más complicados por la adición de mascarones, ánforas y tarjetas, amén de numerosos escuditos. Las armas de estos son en campo apartido en parte un árbol con oso empinante y dos llaves y el otro cuartel con dos lobos.
 Lo más notable es el copete con un medallón trepado donde aparece la figura de Santiago Matamoros a caballo con casco, bandera y espada, y dos infieles vencidos a sus pies. Dos niños de admirable trabajo sostienen el medallón y el resto del adorno con motivos florales interpretando con varillas y chapas de hierro.
 De más elegante factura es todavía la reja dela capilla de la Anunciación o de la Encarnación, cuyo montaje aparece adornado de un modo original con guirnaldas o festones sobre cada uno de las cuales hace volatines una bella silueta infantil.
Un semicírculo en hierro grueso y labrado, cuyo diámetro es igual al ancho de la puerta y cuerpo central de la reja, divide el medio cuerpo del copete en dos campos concéntricos: el inerior ocupado por las figuras sagradas de la Virgen María de rodillas y volviendo el cuerpo y cabeza con gracioso escorzo hacia el puerto donde aparece el arcángel con su vara florida, quedando fuera todos los monstruos que crearon  la superstición y la mitología.
En las otras verjas que hemos citado, el campo inferior lo ocupa un blasón o un motivo ornamental muy barroco; y el resto del copete lo forme un conjunto de barrotes  abalaustrados, los cuales dividen el copete en tres partes, siguiendo las líneas marcadas en los cuerpos inferiores por cuatro pilastras de profusa ornamentación.
En los frisos predominan los camafeos, delicadamente trabajados; y en los ritmos de motivos florales, amorcillos y otros detalles me parece ver la mano de esteban lemosín, rejero francés, que se avecindó y contrajo matrimonio en Cuenca, donde dejó espléndidas muestras de su arte.




Pero la reja de más calidad de todas las de Belmonte, es sin duda, el plateresco cancel de la “Asunción”, sobre un cuerpo sencillo y elegante cuyo principal adorno y casi único es un friso trepado en la parte superior ostenta “la gloria de la Virgen”, entre seis ángeles. La decoración d e este copete se ha logrado con delgaditas varillas de hierro y ligeras aplicaciones de chapa repujada, que forman dos ramas simétricas de una estilizada enredadera que deja en medio un espacio en “Almendra mística”, donde se aloja la dicha grfídia de la virgen y su cortejo de ángeles.
Esta obra es del primer tercio del siglo XVI, y del estilo de Sancho Muñoz, única que reproducen – pero no describen- algunas monografías recientes, “Los Hieros” de Artiñano, y “Spanish Ironwrk”, de A. Byne.
Diferentes escudos ilustran esta reja, donde hemos reconocer las ramas de Hinestrosa, en sitio preferente, y luego las de Alarcón creído y Saavedra…
En el fondo de la capilla se ve una imagen sedente bizantina.

Ver PRIMER CAPÍTULO
Miguel Ángel Vellisco Bueno

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